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El dilema de “El dilema de las redes sociales”


Un amigo me comentó sobre el documental The Social Dilema que lo han traducido como “El dilema de las redes sociales”. Por fin lo terminé de ver después de varias pausas.


Me ha tocado vivir desde antes de la “era de las pantallas” en la que nos encontramos actualmente. Si bien añoro de vez en cuando el mundo sin Internet ni celulares, creo que son muchos los puntos positivos que esta revolución tecnológica nos ha ofrecido.


El documental está construido primordialmente con los comentarios de exempleados de las grandes firmas, llámese Twitter, Facebook, Google, etc. Esas empresas se han convertido en los nuevos flancos de ataque para muchos de los problemas que hoy enfrentamos como sociedad. El documental está muy bien producido -se nota cuando hay presupuesto- pero creo que sólo se queda en la manipulación de la que somos objeto los usuarios, o “la mercancía” como también se nos define.


Es un hecho que las redes quieren nuestra información para poder ofrecerle a los anunciantes un “target” específico y así lograr ventas. Yo he caído. Principalmente en Instagram, es cierto que de acuerdo con mis patrones de uso me aparecen anuncios y he comprado cosas. ¿Eso es malo? ¿Me han ofrecido productos prohibidos? ¿No tengo remedio y voy directo al precipicio? No. Al contrario. He caído en lo que el sistema quiere: consumidores.


Pero pasa exactamente lo mismo en los supermercados. Todos sabemos que la comida está “al final” para que tengamos que recorrer muchos pasillos y de repente “nos acordemos” que hace falta cierto producto que no estaba en nuestra lista. Eso lleva años y años funcionando así y parece que a nadie le importa o ya se nos olvidó.


Algo similar sucede con las redes y el cómo los creadores se las ingenian para detectar tus gustos. El documental muestra un mundo fatalista donde podríamos ser controlados como piezas de un ajedrez y cualquier raciocinio que podamos tener será exterminado por la enajenación a la pantalla del celular. Puede ser, pero creo que todo tiene que ver con el auto control. Sí, lo sé, es muy difícil lograrlo, pero no imposible.


Por otro lado, el documental no hace mucho hincapié en lo que nos han traído las redes sociales y el Internet en general. Cosas buenas, por supuesto. Si bien en YouTube y en la red en general puedes encontrar videos demasiado comprometedores o instrucciones para fabricar objetos explosivos, una gran cantidad de contenido ha venido a simplificarnos la vida en muchas cosas y mucho de ese contenido es ofrecido por expertos en el tema en cuestión, no por sofisticadas casas productoras.

Desde las instrucciones para reparar algo en casa hasta documentales sobre diversos temas que “nunca de los nuncas” los hubiéramos visto en la tele o en el mismo Netflix, servicio donde se exhibe el documental de referencia. De alguna forma Netflix igual nos tiene fichados y nos “ofrece” qué ver de acuerdo con el historial que vamos dejando en la aplicación.

He sido testigo de como ciertas personas que conozco han encontrado en la red información de muchos temas que antes era muy difícil y costoso de conseguir. Había que ir a una biblioteca, ¿quién va a esos lugares en países como el nuestro? Es más, ¿cuántas bibliotecas públicas existen? No tengo la menor idea.


Si bien es cierto que las “noticias falsas” o fake news son un problema y más en temas políticos, en términos absolutos son más los beneficios que las calamidades que postula el documental. Hasta que Elon Musk no nos implante un chip en el cerebro, creo que seguimos siendo responsables de todas las decisiones que tomamos, todo el tiempo.


Un punto aparte y ahí sí no puedo estar más de acuerdo es con los niños y adolescentes. Ellos apenas están aprendiendo todo y son auténticas esponjas que no podemos dejar solas. Es muy cómodo para los papás darles una tableta para que “se entretengan” y dejarlos irse por la libre. Eso por supuesto no está bien. Es como si un niño decidiera comenzar a fumar, digamos, a los 10 años, porque se “entretiene” y los padres pensaran “ah, está fumando, qué bien, así no da lata” o peor, “ya comenzó a dar lata, pásale los cigarros”.


En ese caso y sólo en ese caso pienso que tiene toda la razón el documental. Pero, así como los padres somos responsables de la formación de los hijos hasta cierta edad, de igual forma tenemos que estar al pendiente y tomar acciones para que las pantallas no sustituyan, precisamente, a la presencia constante de “papá y mamá” en una sociedad tradicional.

Pero, el hecho de satanizar todo lo demás, colocar como los malos del cuento a las empresas mencionadas y que los exempleados den su testimonio de como ayudaron a crear los monstruos de hoy, creo que es una fórmula barata que no nos lleva más que al sensacionalismo con una buena producción audiovisual que, irónicamente, usa las redes sociales para promoverse.


“¿Es cierto que nos controlan?”, “¿Ya viste como somos carne de cañón para las redes sociales y las marcas?”, “Voy a dejar de usar el feis”, etc., son varios de los comentarios que seguramente tiene mucha gente después de ver este video.


Pero hay asuntos que hoy serían imposibles sin el uso de la tecnología. WhatsApp, por ejemplo. El rey de los mensajeros en México y muchos otros países. Si bien de repente nos llega información falsa en los grupos que no queremos estar pero que “tenemos” que estar, es un hecho que a mi y me imagino que a muchos otros, nos ha servido para mantener una comunicación, aunque sea rudimentaria y superficial, con gente que de otra forma sería imposible. Por ejemplo, estoy en un par de grupos de excompañeros de la preparatoria. De repente se llena de mensajes basura, pero es una forma de estar en contacto, de saber cómo les va, en fin, si se le quieren ver puros aspectos negativos, se puede, pero también se puede ser objetivo y reconocer que hay puntos buenos.

Entonces, ¿qué propongo o a dónde voy? Es difícil, muy difícil pero no imposible. Para los que ya estamos un poco más grandes, es nuestra decisión usar o no usar, creer o no creer, meterse o no meterse. Aquí lo más importante, como ha sido desde siempre, es influenciar positivamente a los niños y adolescentes. Si los papás son reemplazados por una pantalla, estamos más que fritos y mucho de lo que dice el mentado documental puede ser una realidad, creando poco a poco consumidores de acuerdo con la voluntad de las grandes empresas.


Pero creo que, en términos generales, siempre queremos que a nuestros familiares directos en general les vaya bien y no tengan problema. Es nuestra responsabilidad -o será si todavía no tienes familia- estar siempre al pendiente del uso y abuso de las redes en todas sus presentaciones.


El hecho de que nos salga un anuncio y provoque el temido consumismo, creo que es un mal menor de lo que podría pasar si una persona crece envuelto por las redes y no tiene la guía básica que le pueden brindar sus padres.


Sobre el “cambio” al que invita el sitio web del documental, desde ahora te digo: no va a pasar nada y no va a cambiar nada. He sido testigo con otras iniciativas parecidas. De momento, las empresas y, obvio, los gobiernos, tienen el control pero tú siempre has tenido la decisión final. ¿O me equivoco?

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